La libertad: una motivación romántica

Algunos elementos de identidad nacional que pueden entreverse a medida que avanza la lectura son las características definitorias del pueblo, poco halagadoras por cierto, que lo diferencian de “unos cuantos gringos herejes” (Echeverría, 1838) a los que se hace mención por sus costumbres cercanas a los “unitarios”.

Al pueblo lo describe como una plebe integrada por hambrientas “negras achuradoras”  y jóvenes diestros en el manejo de cuchillos. En términos actuales serían una especie de lumpen, que forman una masa voluble y manejable por los federales. A la vez, son sometidos a las costumbres católicas y controlados por el estómago en su predilección por la dieta carnívora que cubre también las partes más increíbles de las reses. Les atribuye todas las características que los hacen despreciables como parte de los federales: “-Sí, la fuerza y la violencia bestial. Ésas son vuestras armas, infames ¿El lobo, el tigre, la pantera, también son fuertes como vosotros! Deberíais andar como ellos, en cuatro patas” (Echeverría, 1838).

Por el contrario, el joven unitario, posee cualidades de valentía, arrogancia y desprecio por la dominación que lo hacen un ser superior a las bajezas propias del pueblo clasificado duramente por el autor. Inevitablemente dos grupos descritos de manera tan opuestas no pueden sino, enfrentarse. Responden a las posturas del dictador argentino Rosas, absolutista y clerical, junto a sus vasallos federales que representan el control de conciencia y la opresión contra los unitarios que defienden su libertad y a la patria descentralizada. Las características positivas de juventud, “de gallarda y bien puesta persona” (Echeverría, 1938) y su indignación frente a quienes tratan de apresarlo lo ponen como signo de la patria que se defiende furiosa e incontrolable, y a la vez conciente de su vocación de libertad en oposición a una chusma pusilánime y servil. Esta extrema tensión sólo podría desembocar en un enfrentamiento a muerte. Doris Sommer cita a Juan Bautista Alberdi para clarificar la “glorificación” que existía en América Latina respecto de los triunfos militares como objeto supremo de ambición, más que el bienestar material o el comercio (Sommer, Ficciones Fundacionales, 32).

En “Convalescencia o el Alto” llueve incesantemente provocando una inundación que deja al pueblo aislado y sufriendo de hambre sin poder acceder a su alimento principal que era la carne de vacuno. Esto genera un alto nivel de exaltación provocado por el hambre que sólo tiene luces de mitigarse cuando al decimosexto día por gracia del “Restaurador”, como se autodenominaba el dictador, quien firma un decreto que permite la llegada de cincuenta animales al matadero. En este contexto los matarifes y la plebe se abalanzan sobre las bestias para degollarlas y faenarlas con la desesperación urgente del hambriento provocando charcos de sangre entremezclados con barro y vísceras, preciados alimentos de la chusma expectante. Todo este macabro y sangriento escenario es el símbolo que usa el autor para referirse a la situación provocada por la dictadura de Rosas en su patria. Es aquí donde se encuentran elementos que permiten calificar de romántico el relato de Echeverría: la lucha contra la tiranía, la opresión política y de conciencia impuesta por la iglesia asociada a los federales. En definitiva un desprecio contra cualquier forma de tiranía, expresados en la lucha contra el “Restaurador” opresor y el anticlericalismo para oponerse a la pretensión de controlar la conciencia de la patria. Es aquí también donde se aprecia claramente la motivación política del autor.

El arma más poderosa contra cualquier fuerza impuesta siempre será la conciencia, desde la cual, producto de la convicción, surge la fuerza vital para oponerse desde la más absoluta indignación a cualquier antinatural intento de subyugación. El fin por el cual cualquier sacrificio se presenta como un precio justo es cuidar, bajo todos los medios disponibles, el bien supremo de la libertad, convicción que en sí misma genera pasión y fuerza. En esta perspectiva el tono del ensayo, para tratar el romanticismo del relato, en concordancia con la corriente literaria, debe ser exaltado, evidenciando la coherencia formal entre idea y materialidad de la obra.

Volviendo sobre el elemento característico del romanticismo, el rechazo a la tiranía, la clara lucha del joven unitario contra cualquier forma de opresión que pretenda coartar una libertad que se asume como natural e inherente al ser humano nos permiten calificarlo como un romántico, que sacrifica su vida por la patria. Por el contexto histórico centrado en Europa, este marcado desprecio a cualquier forma de dominación se vuelca contra la monarquía o el poder controlador de conciencias que surge desde el interior de la institucionalidad de la Iglesia Católica. Pero en el contexto americano y específicamente argentino del relato, la figura de la dominación infame queda personificada en la tiranía de Rosas con toda su motivación vil de sacrificar a muchos para beneficios de unos pocos tan presente en Latinoamérica. Esta injusticia infame se presenta más condenable aún cuando se constata que el enfrentamiento entre las dos cosmovisiones siempre se dio en la más absoluta desigualdad en que sólo la determinación, convicción y apego total a la libertad de los románticos fue su bastión para enfrentar una fuerza muy superior pero merecedora de su más profundo desprecio.

Un atentado mayor aún, por sus características dogmáticas y su ataque directo a lo más íntimo del ser humano, su propia conciencia, viene dado desde la institucionalidad de la  Iglesia Católica, desde sus dimensiones más conservadoras eleva voces que pretenden dar fundamento y soporte moral a la situación de injusta opresión que se ejerce sobre el pueblo al que debieran iluminar y proteger. Que use Matasiete la herramienta del cuchillo para cumplir su macabro objetivo conlleva una consonancia entre herramienta y ejecución. Al contrastar esta situación con el uso del dogma de la Iglesia Católica, para perpetuar injusticia, desigualdad y abuso en absoluta ventaja de fuerza y condiciones nos muestra aún más vil la relación entre el instrumento y la acción. Este argumento podría llevar al más fiel católico a comprender la firme postura anticlerical de los románticos.

Por otra parte el autor, a través del personaje del joven unitario, no se identifica con el pueblo, sino, por el contrario, lo desprecia por ser una masa inconsciente y llana a aceptar y favorecer las situaciones políticas de opresión. Queda en evidencia que el toro que escapa del matadero con tal fuerza indomable que llega a provocar el degüello del niño por las cuerdas que pretendían someter a la bestia, es la personificación del joven que muere reventado de indignación y rabia antes de verse sometido y abusado en tan injusta situación. Ambos se perciben como signos de la indignación y rechazo visceral a la tiranía del “Restaurador” a la vez que podría aventurar una metáfora con la misma patria que muere sacrificada por la opresión de una oligarquía dominante y la inconciencia de una plebe sumisa y servil. La vinculación política del romanticismo la vemos claramente en Henríquez Ureña (1949):

El romanticismo fue en Europa la literatura de la rebelión: rebelión contra la opresión política y a favor de la libertad, ya fuese que estuviera personificada en Marco Botzaris o en Toussaint Louverture; en ocasiones también, rebelión contra la sociedad misma (p. 131).

Referencias

 Echeverría, E. (1871). El Matadero. Revista Río de la Plata. Buenos Aires

Henríquez Ureña, P. (1949). Las corrientes literarias en América hispánica. Capítulo V. Romanticismo y Anarquía. 1830 – 1860. Fondo de Cultura Económica. México.

Sommer, D. (2004). Ficciones Fundacionales. Novelas Nacionales de América Latina. Fondo de Cultura Económica. México.